ESP
Dust Triangle toma como punto de partida la arquitectura del antiguo Palladium, una discoteca situada en Coslada que formó parte de la mítica Ruta del Bakalao del Corredor del Henares. Hoy, este viejo templo de la música electrónica sobrevive como una ruina abandonada, convertido en esqueleto arquitectónico de una época ya extinta. Su diseño imitaba, de forma kitsch y grandilocuente, las líneas clásicas del Partenón de Atenas, intentando traducir el aura sagrada de los templos griegos al culto contemporáneo de la pista de baile.
Ambos espacios, el Palladium y el Partenón, funcionaron en su momento como lugares de peregrinación. Si en uno se rendía tributo a Atenea, en el otro la devoción se volcaba sobre el DJ, figura central de la liturgia nocturna. Donde en la antigüedad se alzaban esculturas mitológicas, el club ofrecía luces estroboscópicas, humo y bajos profundos. Pero el tiempo ha erosionado ambos espacios: las estatuas desaparecen, las columnas se agrietan, y sólo queda la cruda materialidad del lugar, envuelta en polvo y abandono.
Dust Triangle reflexiona sobre ese paralelismo entre ruinas antiguas y modernas, entre lo sagrado y lo profano, entre la espiritualidad ancestral y la comunión colectiva a través de la música electrónica. A través de esta pieza, se propone una arqueología emocional del éxtasis, recuperando la memoria de esos espacios donde, por un instante, el cuerpo, la música y la arquitectura se fundían en un mismo ritual de trascendencia.
ENG
Dust Triangle takes as its starting point the architecture of the former Palladium, a nightclub located in Coslada that was once part of the legendary Ruta del Bakalao along the Henares Corridor. Today, this old temple of electronic music stands abandoned in ruins, reduced to the skeletal remains of a bygone era. Its design mimicked—somewhat kitschly—the classical lines of the Parthenon in Athens, attempting to translate the sacred aura of ancient temples into the contemporary worship of the dancefloor.
Both spaces, the Palladium and the Parthenon, once served as places of pilgrimage. While the latter honored the goddess Athena, the former celebrated the DJ, the central figure in a new kind of nocturnal liturgy. Where once stood mythological statues, now there were strobe lights, smoke, and pounding basslines. But time erodes everything: statues vanish, columns crack, and only the bare architecture remains, covered in dust and silence.
Dust Triangle reflects on this parallel between ancient and modern ruins, the sacred and the profane, ancestral spirituality and the collective communion found in electronic music. The work becomes an emotional archaeology of ecstasy, reclaiming the memory of those spaces where, for a moment, body, music, and architecture merged into a shared ritual of transcendence.