ESP
Una almohada se presenta en el suelo, en clara alusión a la forma en que se disponen las pequeñas almohadas en los jjimjilbang coreanos —baños públicos tradicionales que combinan saunas, descanso y espacios comunales para dormir. Durante mi residencia artística en Seoul Art Space Geumcheon, estos espacios se convirtieron en parte fundamental de mi rutina personal: un lugar de desconexión, cuidado y descanso físico.
Las visitas a los jjimjilbang estuvieron marcadas por la constancia de una única compañía: una persona a quien conocí en mis recorridos por la ciudad, y con quien compartí no sólo baños de vapor y colchonetas, sino también una intimidad que transformó estos espacios comunes en refugios silenciosos. Lo que en principio era un hábito para aliviar el cuerpo tras las jornadas de trabajo, pronto adquirió una dimensión emocional inesperada.
La pieza fue producida una vez finalizada la residencia, como gesto de cierre a toda la producción desarrollada en Corea. A diferencia de otras obras más centradas en el análisis social o la crítica cultural, esta es la única con un marcado carácter autobiográfico. Es una obra íntima, donde el recuerdo, el afecto y la huella de lo vivido se condensan en un objeto cotidiano.
Sobre la almohada aparece bordado en coreano el título de la obra: “Yo sólo he dormido con uno”, una frase que funciona como afirmación, promesa, secreto o declaración, dependiendo del lugar desde donde se la lea. La frase remite directamente a la célebre obra de Tracey Emin “Everyone I Have Ever Slept With”, también conocida como The Tent —una instalación que documentaba, mediante nombres bordados en tela, las relaciones íntimas de la artista.
Aquí, sin embargo, no hay una multiplicidad de nombres ni una enumeración. Solo hay uno. La soledad del número uno frente a lo plural del mundo. Un gesto simple, cargado de ambigüedad, ternura y verdad.
ENG
The Pillow from My Bed is placed on the floor, evoking the small pillows typically found in Korean jjimjilbangs — traditional public bathhouses that combine saunas, rest areas, and communal sleeping rooms. During my artist residency at Seoul Art Space Geumcheon, these spaces became a fundamental part of my personal routine: places of disconnection, self-care, and physical relaxation.
My visits to the jjimjilbang were consistently shared with the same person — someone I met during my leisure time in the city, with whom I built a quiet intimacy. What began as a way to unwind after work slowly turned into a ritual of companionship. These bathhouses, initially anonymous and utilitarian, became intimate shelters where we would end our nights together.
This piece was created after my residency had ended, serving as a closing gesture to the body of work developed in Korea. Unlike other works that revolve around social analysis or cultural critique, this is the only one with a distinctly autobiographical tone. It is a quiet piece, in which memory, affection, and lived experience are condensed into an everyday object.
Embroidered on the pillow in Korean is the title of the piece: "I have only slept with one" — a phrase that can read as a statement, a promise, a secret, or a declaration, depending on the viewer’s perspective. The work directly references Tracey Emin’s iconic piece “Everyone I Have Ever Slept With” (also known as The Tent), in which the artist listed all the names of those she had shared a bed with.
Here, however, there is no list, no multiplicity of names — only one. The solitude of that number, contrasted with the plurality of the world, becomes a simple but poignant gesture, charged with ambiguity, tenderness, and truth.