RANMA



Con el comienzo de la cuarentena en el 2020, sale a la venta el videojuego “Animal Crossing: New Horizons”, un simulador de vida que nos presenta un lugar utópico habitado por animales antropomorfos, donde cada jugador puede construir la isla de sus sueños. Animal Crossing no es simplemente un videojuego donde construyes tu casa y colectas frutas, sino un extendido proyecto urbanístico/arquitectónico/social virtual que tiene como objetivo construir una vida paralela lejos del centro de consumo frenético, ansiedad y producción del mundo actual, un nuevo lugar destinado al desarrollo de tu escenario ideal, donde el propio jugador gestiona los recursos bajo ningún gobierno, siguiendo sólo su propio criterio y los algoritmos del videojuego.

Este proyecto nos adentra en la isla de Ranma (nombre basado en el anime japonés de mismo nombre): una especie de isla de ensueño queer, donde el propio jugador y artista ha construido a través de su avatar su propia utopía inspirada en el Chthuluceno, otra realidad utópica descrita por Donna J. Haraway en su libro: “Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno”.

La isla de Ranma sirve de laboratorio para buscar soluciones y olvidarnos de las alteraciones que transcurren en la vida real, donde ideas como el capitalismo patriarcal, los gobiernos y la heteronormatividad carecen de existencia por su inutilidad.